El follis era una gran moneda de bronce que servía como unidad monetaria estándar en el Imperio Romano. Se introdujo durante el reinado de Diocleciano (284-305 d. C.) como parte de sus reformas monetarias destinadas a estabilizar la economía. Los follis continuaron acuñándose y circulando por todo el Imperio Romano tardío, incluso durante el reinado de Constantino el Grande (306-337 d.C.).
Estas son algunas de las características clave de la moneda follis:
Tamaño y peso: La follis era una moneda de bronce relativamente grande y pesada, que normalmente medía entre 25 y 30 mm de diámetro y pesaba entre 10 y 15 gramos. Su tamaño y peso variaron con el tiempo y según diferentes temas.
Diseño: El anverso (frente) del follis generalmente presentaba el busto del emperador reinante, mirando hacia la derecha o hacia la izquierda, junto con inscripciones que identificaban al emperador y, a veces, títulos u honores adicionales. El reverso de la moneda representaba típicamente varios motivos simbólicos, incluidas personificaciones de virtudes o conceptos, símbolos religiosos o escenas alegóricas.
Denominación: El follis era una moneda de baja denominación, utilizada para transacciones cotidianas y que representaba una fracción de las denominaciones más grandes de plata u oro del sistema monetario romano. Equivalía a un cuarto o un octavo de denario, según la época y la región.
Composición: La composición de los follis varió a lo largo del tiempo y según los diferentes temas. Las primeras emisiones estaban hechas típicamente de cobre o bronce, mientras que las emisiones posteriores, durante el siglo IV d.C., a menudo tenían una composición degradada o aleada con menor pureza.
Circulación: El follis circuló ampliamente por todo el Imperio Romano y se utilizó para una variedad de transacciones, incluido el pago de impuestos, salarios y bienes y servicios en el mercado. Era una de las monedas más comunes en la vida cotidiana romana.
En general, el follis jugó un papel esencial en la economía romana como unidad monetaria estándar para las transacciones cotidianas. Su amplia circulación y producción constante contribuyeron a la estabilidad del sistema monetario romano durante el Imperio Romano tardío.